Doctor en Ciencias Físicas por la Universidad Complutense de Madrid (especialidades de Física de la Atmósfera y Geofísica). Pertenece al Cuerpo Superior de Meteorólogos del Estado. Es director del Centro de Investigación Atmosférica de Izaña (CIAI), de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET). Actualmente es Delegado Nacional en la Comisión de Ciencias Atmosféricas de la OMM, y punto focal nacional del Programa VAG. Es miembro de la Comisión Internacional de Radiación. Es Asesor científico del Centro Regional SDS WAS para el Norte de África, Oriente Medio y Europa y miembro de su Comité de Dirección.

¿Cuáles señalaría que son los principales impactos futuros del cambio climático vistos desde el sector o ámbito en que desarrolla su actividad profesional y/o investigadora?

El cambio climático en Canarias ya se lleva observando desde hace unas décadas con el incremento de temperatura, lo que conlleva un aumento en la frecuencia, intensidad, duración y extensión espacial del impacto de olas de calor. Las observaciones de Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) en el archipiélago muestran un mayor incremento en las temperaturas mínimas que en las máximas, lo que en parte es debido a un incremento de la temperatura del océano en las últimas décadas. Los veranos son cada vez más largos y tiene una mayor duración. Las predicciones climáticas indican un aumento considerable tanto de olas de calor como de noches tropicales (noches con temperaturas mínimas superiores a 20ºC).

Por otro lado, también se espera una mayor frecuencia de episodios de vientos fuertes que se verán amplificados en algunas zonas por la importante orografía de las islas occidentales y Gran Canaria. Este fenómeno está empezando ya a observarse.

Como ocurrirá en gran parte del planeta, de manera general, los episodios meteorológicos extremos (lluvias torrenciales y periodos de sequía prolongada, las olas de calor mencionadas anteriormente y los temporales intensos) aumentarán en las próximas décadas.

El aumento de la temperatura del agua del mar y cambios en los patrones de circulación meteorológica indican ya una mayor probabilidad de que tormentas tropicales se desvíen hacia el norte en sus primeras etapas una vez se originan en las proximidades de Cabo Verde, afectando al Atlántico oriental, aunque Canarias no está siendo la región más afectada, hasta el momento ya que mayoría de las tormentas tropicales registradas en esta región del Atlántico en la última década han seguido trayectorias más septentrionales afectando más a las Azores y la Península Ibérica, sobre todo Galicia.

Desde los conocimientos en su campo de trabajo ¿Cuáles señalaría que son los principales desafíos y problemas de adaptación que plantea el cambio climático en la región?

Desde nuestra perspectiva profesional los principales desafíos serán los de adaptar los sistemas de predicción y vigilancia a los nuevos escenarios meteorológicos que introduce el cambio climático, así como mejorar las predicciones climáticas a largo y medio plazo, sobre todo las estacionales con el fin de que se puedan anticipar medidas desde otro ámbitos encaminadas a proteger la población y evitar deterioro en su calidad de vida. Por ejemplo, predecir con mayor exactitud y fiabilidad si un verano va a comenzar antes y va a ser más caluroso de lo normal servirá para mejorar los protocolos de prevención de incendios, y para optimizar la gestión de la generación de energía y su distribución por parte de los diferentes operadores.

¿Cuáles serían las estrategias y líneas acción prioritarias que señalaría usted como punto de partida para caminar hacia un mayor conocimiento y una mejor adaptación a los nuevos escenarios climáticos en la región?

Una línea de trabajo muy importante para Canarias en la que AEMET está invirtiendo un gran esfuerzo y muchos recursos es en el estudio de las intrusiones de polvo del Sáhara que tanto afectan al archipiélago. Los datos históricos observados no muestran aun una tendencia clara en la frecuencia de intrusiones pero estamos seguros de que se producirán cambios importantes en los patrones atmosféricos que modulan las intrusiones de polvo en el Atlántico en los próximos años, ya que el norte de África está experimentando un calentamiento muy significativo y el desierto del Sahara amplía su extensión cada año, sobre todo, hacia el norte. 

El episodio de polvo del 22-24 de febrero ha sido el más intenso y duradero registrado hasta la fecha con instrumentación en Canarias. El calentamiento global parece que está ya ocasionando una mayor variabilidad en la circulación atmosférica de latitudes medias y altas en invierno, lo que implica una mayor frecuencia de bajas presiones muy profundas y DANAs (Depresión Aislada a Niveles Altos) intensas en latitudes bajas como ha sido la que ha ocasionado el intenso episodio de polvo el pasado febrero.

En verano la frecuencia de intrusiones de polvo sobre el Atlántico norte y específicamente sobre el archipiélago canario sabemos que va a depender de cómo evolucionen patrones sinópticos característicos del norte de África. Así, pues, será clave la evolución del dipolo de presiones norte africano, y en concreto del anticiclón norte africano en 700 hPa (3000 m de altitud) y de la baja térmica en superficie sobre el Sahara.

AEMET lidera, y cogestiona con el BSC (Barcelona Supercomputing Centre), el Centro Regional de la OMM (Organización Meteorológica Mundial) de Predicción y Evaluación de tormentas de polvo y arena para el Norte de África, Oriente Próximo y Europa, y el Centro regional Operacional de predicciones de polvo. Gracias a estos centros el episodio de polvo sahariano del pasado febrero pudo ser predicho con gran exactitud y anticipación.

Sin embargo, uno de los problemas identificados en la predicción de polvo es la ausencia de observaciones en África que ayuden a evaluar las predicciones, así como su caracterización. Una de las actividades de AEMET en el proyecto MAC-CLIMA es mejorar la capacidad observacional en África occidental mediante la instalación de sensores de polvo en superficie y en la columna atmosférica en Cabo Verde, Senegal, Mauritania, y adicionalmente, en Burkina Faso, pero la crisis de Covid-19 ha impedido el despliegue de esa red por el momento.